A la hora de diseñar su casa, Lilo Klinkenberg usa el mismo enfoque que en sus obras florales. Domina con soltura el color, las proporciones y el contraste ,algo que se refleja en su hogar en el centro de Berlín, repleto de otra de sus pasiones: los muebles ‘vintage’.Cuando uno se para frente a las instalaciones a gran escala de Lilo Klinkenberg, no puede dejar de asombrarse. La fundadora de Studio Lilo, de 33 años, llena habitaciones enteras con sus obras, a veces con plantas, a veces con telas, a veces con judías amarillas o con pak choi. Para ella, el atractivo no reside en la armonía, sino en la contradicción, una característica que atribuye a su ciudad natal, Berlín, y que atraviesa todos los ámbitos de su vida. Allí, en un apartamento de 105 m2 de suaves tonos verdes y amarillos y repleto de muebles vintage encontrados en mercadillos, es donde creció y también donde reside actualmente.
Tras tres años compartiendo vivienda, la creativa decidió dar un nuevo aire su hogar en el barrio de Kreuzberg (Berlín). “Quité la pared entre el comedor y el salón para crear un gran espacio diáfano. A día de hoy, el sofá es mi lugar de retiro; la cama estaba en el mismo sitio en mi antigua habitación. La vista desde la ventana es la misma, eso lo convierte en mi rinconcito sagrado. También sustituí la cocina por una de acero inoxidable”, nos cuenta Klinkenberg, que agradece tener un refugio calmado al que volver entre viaje y viaje.
Para construirlo, fue Klinkenberg quien se puso al frente de la transformación, aplicando lo aprendido en su trabajo artístico. “Como diseñadora floral, me ocupo de las condiciones espaciales: proporciones, colores, formas y materiales. Observo cómo interactúan entre sí, si crean tensión o se complementan, si se integran en el espacio o contrastan deliberadamente con él", nos cuenta. "En algún momento me di cuenta de que diseño mi casa con la misma actitud, solo que más despacio que con mis obras florales, que suelen ser efímeras, simplemente por los materiales. Aquí me tomo más tiempo, dejo las cosas paradas, las vuelvo a mover, observo. No quiero que todo esté perfectamente coordinado. Me gustan las habitaciones que evolucionan. Que tengan carácter, incluidas las asperezas”.
En cada rincón encontramos objetos decorativos y muebles vintage que ha ido recopilando en sus viajes o en visitas a mercadillos. También, admite que busca con regularidad en páginas web especializadas y en listados de segunda mano: "Tengo numerosas alertas de búsqueda guardadas en los clasificados de Ebay, como "años 70", "años 80" o “brutalismo”". Su buen ojo se materializa en una exquisita colección de jarrones y en cada uno de los accesorios que muestra en una estantería metálica diseñada por ella misma. “Tengo una idea bastante clara de cómo quiero que sean las cosas. Paso mucho tiempo buscando determinados objetos, solo para darme cuenta de que quizá ni siquiera existan. Entonces mi cerebro se pone a trabajar, pensando en cómo puedo construirlo yo misma”.
El color es otro de los rasgos distintivos de la casa, en especial el verde lima, el color favorito de su propietaria, algo que no debería extrañar a nadie dedicándose a lo que se dedica. “Ya de niña pintaba de verde toda mi habitación, incluidas las tuberías de la calefacción”, comenta riendo. Y no es el único tono que encontramos en las estancias, al verde le acompaña un suave amarillo casi crema, algún destello azul aquí y allá y el brillo del metal; se nota que no le asusta arriesgar y además tiene un truco aplicable a cualquier espacio: “Me gusta la idea de que cada habitación pueda contar su propia historia. Las alfombras me ayudan mucho en este sentido. Crean zonas, crean ambientes y dan a los muebles una especie de escenario en el que pueden interactuar, con tensiones, pausas y descansos”.
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